Ejemplos de formar creencias placenteras y dolorosas

El principio del placer

El principio dolor-placer está en el centro de todo lo que haces y de todo lo que eres. Tus creencias, valores y normas psicológicas se basan en este principio. Las decisiones que tomas, las acciones que realizas y los hábitos que practicas se basan en este principio. De hecho, cada parte de tu psique está influenciada de alguna manera por el principio dolor-placer. Por lo tanto, eres quien eres hoy debido a cómo has interpretado y actuado sobre la experiencia del dolor y el placer en tu vida. Y como todos sabemos, la acción siempre comienza con una decisión.

A lo largo de los años has tenido una variedad de experiencias personales que han afectado a tu vida. Algunas de estas experiencias han sido dolorosas y, en consecuencia, han provocado emociones de ira, dolor, estrés, ansiedad, agobio, frustración, depresión, etc. Otras experiencias han sido placenteras y, en consecuencia, han dado lugar a emociones de felicidad, alegría, entusiasmo, curiosidad, amor, gratitud, excitación, etc.

Todas las experiencias emocionales que has tenido no son ni buenas ni malas, ni perjudiciales ni útiles. Son lo que son como resultado de cómo interpretaste estas experiencias en su momento. Por lo tanto, tus experiencias de dolor y placer no son más que interpretaciones personales basadas en tus perspectivas en ese momento.

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1Se suele afirmar que John Stuart Mill y Jeremy Bentham -probablemente los dos utilitaristas más famosos de la historia- tenían opiniones fundamentalmente opuestas sobre la forma en que debe estimarse “el valor” de los distintos placeres. Mill, por ejemplo, ha sido acusado, una y otra vez, de ser un utilitarista incoherente porque sostenía que, al comparar el valor de dos placeres, no debemos olvidar tener en cuenta su calidad. En cambio, se dice que Bentham era más coherente, pero menos sutil, porque pensaba que había que tener en cuenta sólo la cantidad.

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2Alegaciones como éstas aparecieron casi inmediatamente después de la publicación del Utilitarismo de Mill en 1861. En su libro de 1882 Recollections on John Stuart Mill, por ejemplo, Alexander Bain ya nos dice que

si se dice, como hace Mill, que debe tenerse en cuenta la “calidad” del placer, entonces ya no se sostiene que el placer por sí solo sea bueno como fin, ya que se implica que otra cosa también es buena como fin.6

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Hasta ahora, las opciones que hemos considerado como fuentes de moralidad han sido una especie de conceptos abstractos y vacilantes. La cultura es difícil de definir, la religión es difícil de interpretar y los sentimientos son poco fiables. Pero el dolor y el placer son simples. Si algo duele, es malo; si se siente bien, es bueno. Debería ser mucho más fácil utilizar el dolor y el placer para decidir lo que es moralmente correcto e incorrecto. Bueno, ya veremos.

Empecemos con la suposición obvia de que el dolor es malo y el placer es bueno. Por lo tanto, las acciones que causan dolor son inadmisibles y las acciones que producen placer son permisibles (tal vez obligatorias). Esta teoría moral se llama Utilitarismo. Es la opinión de que la moralidad proviene del dolor o el placer que causan las acciones. El filósofo británico Jeremy Bentham pensaba que el dolor y el placer eran las motivaciones más obvias y básicas de la humanidad. Pensaba que era lógico que la moral se basara en ellos.

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La naturaleza ha puesto a la humanidad bajo el gobierno de dos amos soberanos, el dolor y el placer. Sólo a ellos corresponde señalar lo que debemos hacer, así como determinar lo que haremos. Por un lado, la norma de lo correcto y lo incorrecto, por el otro, la cadena de causas y efectos, están sujetos a su trono. Nos gobiernan en todo lo que hacemos, en todo lo que decimos, en todo lo que pensamos: todos los esfuerzos que podamos hacer para desprendernos de nuestra sujeción, no servirán sino para demostrarla y confirmarla. Un hombre puede fingir que abjura de su imperio, pero en realidad seguirá sometido a él todo el tiempo[1].

Dolor intrínseco

Este es el primer artículo de nuestra serie de tres partes sobre el hedonismo y la salud. Hoy veremos qué es (y qué no es) el hedonismo, qué relación tiene con la salud y cómo puede añadir (y apreciar) algunos placeres sencillos en su vida diaria.

Creo que podría ser un hedonista. ¿Me imaginas esnifando cocaína a través de billetes de 100 dólares, con una copa de champán en una mano y la otra acariciando el firme muslo de una desconocida? Antes de que me juzgues con dureza, sé que el hedonismo tiene mala reputación, pero quizá sea hora de reconsiderarlo.

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¿Y si, en lugar de un camino garantizado hacia la ruina, el hedonismo fuera bueno para la salud? Si pensamos en el hedonismo como el disfrute intencionado de los placeres sencillos -como jugar con las hojas caídas, los momentos de conexión con los amigos o abrazar al perro-, probablemente lo sea. Buscar y maximizar este tipo de placeres puede aumentar nuestra salud y bienestar.

Estos personajes nos resultan tan atractivos porque parecen rechazar la manera sensata y responsable de vivir. Se entregan a sus apetitos carnales en formas que nosotros no nos atrevemos, sin tener en cuenta las consecuencias. Esperamos que su hígado se rebele o que su vida se derrumbe a su alrededor, como es lógico.

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